Acatar la desobediencia

May_Jun_11 (46)aJMis padres me enseñaron a obedecer, frases como niño estudia o cómete esas verduras sin dejar nada en el plato, llegaron a ser cotidianas. Era obligatorio no llegar tarde a casa, abrigarte si hacía frío, no fumar en los portales o respetar a nuestros mayores. Evidentemente, con el tiempo te das cuenta de que todo era para convertirte en un hombre o en una mujer de bien, dejémoslo en hacerte persona. Pongo en la conciencia de todos, si se me permite, pensar que estos preceptos fueron necesarios y nos han convertido en los que somos, tanto si nos gustara la ensalada o tuviéramos que recuperar alguna asignatura por imperativo materno o  paterno; con el tiempo he comprendido lo positivo de aquellas normas.

Ahora que peinamos canas y que nos preocupa el futuro de nuestros hijos, tenemos que cumplir lo que dicen nuestros gobernantes, esos que dictan leyes para que cumplamos, nos gusten o no, disposiciones que destrozan todo el estado de nuestro bienestar, que desprecian impunemente los Derechos Sociales, menos el suyo que está asegurado y, por supuesto el de las clases poderosas. Me niego, por tanto a obedecer preceptos que fomenten la desigualdad de los ciudadanos, leyes destinadas a privatizar la Sanidad o la Educación, que bajen el poder adquisitivo de la población, que te desahucien, que te empobrezcan o te retrasen al siglo veinte. Leyes injustas aderezadas con corruptelas varias, disfrazadas de un liberalismo con piel de cordero que esconde una auténtica dictadura, ideológica y de los mercados.

No quiero que me quiten mi libertad de expresión, no deseo que mis familiares, amigos y vecinos sufran esta lacra, proclamo por tanto la legitimidad de desobedecer y rebelarme contra los mandatos injustos, por eso creo que merece la pena luchar, así que nos vemos en la calle.

Joaquín Jiménez Arques. Enero 2014.Yayos_Mad

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