Las pensiones de las mujeres
Si la Ministra Báñez se molestara en leer desde una perspectiva de género su propuesta sobre pensiones, se encontraría que está incumpliendo la ley de igualdad, puesto que avanza en un modelo que genera desigualdad y pobreza entre las mujeres mayores, las de hoy y las del futuro.
De hecho, la situación de las mujeres en el sistema de pensiones resulta discriminatoria de la misma manera que lo es en el mercado de trabajo. Porque la pensión desigual que recibimos es el resultado de tener salarios más bajos, de trabajar en mayor medida que los varones a tiempo parcial, de tener empleos más precarios, o simplemente, de no tener empleo.
Pero además, podemos asegurar que la situación de las mujeres en el empleo y las pensiones viene condicionada por los tiempos que dedicamos al cuidado de hijos e hijas y de personas en situación de dependencia, puesto que esos cuidados lastran nuestras posibilidades de permanencia y promoción profesional.
Algunos datos son elocuentes: las mujeres reciben el 36% de las pensiones contributivas de jubilación del sistema de seguridad social. En este sistema, la pensión media que reciben las mujeres es el 70% respecto a la pensión media global y el 60% de la pensión que reciben los hombres. El 62% de las pensiones de jubilación de las mujeres están por debajo de los 600 euros, si quitamos los complementos, mientras que en esta misma situación están el 18% de las pensiones de los hombres.
Además, las mujeres son el 93% de quienes reciben una pensión de viudedad, y el 70% de quienes reciben una pensión no contributiva, que a su vez, son las más bajas.
Sin duda las mujeres mayores están protegidas en el sistema de pensiones, pero lo están en menor medida que los varones. Nuestro sistema simplemente mantiene la desigualdad que viven las mujeres a lo largo de toda su vida.
A pesar de esta reflexión, me gustaría señalar que nuestro sistema es solidario y redistributivo, pensado para garantizar el bienestar de las personas mayores y evitar su pobreza y es por ello por lo que busca garantizar unos ingresos mínimos.
Ha sido un sistema construido con mucho esfuerzo y una enorme generosidad intergeneracional, y es desde estos principios desde donde debe seguir creciendo y desarrollándose. Algunos avances en esta línea fueron los sucesivos incrementos en las pensiones mínimas que llevó a cabo el Gobierno socialista o la creación, en su momento, de las pensiones no contributivas, iniciativas todas ellas que contribuyeron a erradicar la pobreza y la vulnerabilidad ante la misma de muchas mujeres mayores.
Sin embargo, la propuesta que presenta el Gobierno del PP este viernes camina en la dirección contraria. Es una propuesta que, al desvincular el incremento de las pensiones con el IPC, reduce claramente el poder adquisitivo de los y las pensionistas y condena a la pobreza a muchas personas beneficiarias de pensiones mínimas y, especialmente, a muchas mujeres.
Tendremos que estar muy pendientes del desarrollo del factor de sostenibilidad, un indicador que el Ministerio tiene previsto construir en función del tiempo de esperanza de vida y condicionado, por lo tanto, a la cuantía de la pensión que se recibe, es decir, que cuanto más tiempo vivamos, menos pensión cobraremos mensualmente. Recordemos que la esperanza de vida de las mujeres es mayor que la de los hombres.
En definitiva, el Gobierno promete hacer sostenible financieramente el sistema de pensiones a costa de las condiciones de vida de las mujeres mayores, o lo que es lo mismo, aumentando su pobreza. Propone un modelo que rompe el principio de la solidaridad, un modelo que, con absoluta seguridad, hará insostenible la vida de la gente mayor, especialmente la vida de las mujeres.
Por lo tanto, es una propuesta que afecta enormemente a las mujeres de todas las edades. A las mayores de hoy, pero especialmente a las de mañana, puesto que a la progresiva reducción de las pensiones debemos sumarle el deterioro de las condiciones en el empleo y la reducción salarial que está provocando la Reforma Laboral del PP, una reforma que, a su vez, ha conseguido que el sistema de pensiones tengo menos ingresos: la pescadilla se muerde la cola.
La alternativa a esta propuesta debe ser avanzar en el camino de la solidaridad, es decir, seguir mejorando las pensiones mínimas, contabilizar como tiempos contributivos los tiempos dedicados al cuidado ampliando los que ya recoge nuestra legislación, mejorar la situación de las mujeres en el empleo, garantizar la igualdad salarial, y sobre todo, entender que la maternidad y el cuidado tiene un enorme valor social y que, por lo tanto, no pueden condenar a la discriminación y la pobreza a las mujeres ni limitar sus opciones profesionales.
Precisamente porque el sistema de pensiones requiere de un compromiso intergeneracional y porque somos las mujeres quienes tenemos esos hijos e hijas que pagarán nuestras pensiones, está fuera de toda justa lógica que seamos precisamente nosotras quienes estemos condenadas a la discriminación, y que el motivo inicial se relacione con el hecho de la maternidad y el cuidado, es decir, con asumir el trabajo reproductivo.
Y por cierto, estoy ansiosa por leer el informe de impacto de género de la reforma de las pensiones que presente la Ministra Bañez. Como es habitual en los últimos tiempos probablemente se limitará a decir: «Esta norma no es pertinente al género». Incluso, puede que llegue algo más lejos y nos explique que favorece a las mujeres por delante de los hombres, puesto que, como todo el mundo sabe, las mujeres vivimos más tiempo y, por lo tanto, cobraremos pensión durante más años. Eso sí, estoy segura de que no nos contará que serán años de pobreza.
Fuente: Purificación Causapié Lopesino www.twitter.com/PuriCausapi