Un resistente frente a la barbarie

Paco Fernández Buey, un resistente frente a la barbarie

AGUSTíN MORENO | 30 de agosto de 2013

Francisco Fernández Buey. / IU

Hace un año murió Paco Fernández Buey (PFB), una gran persona, un intelectual revolucionario, admirable siempre. Era un revolucionario en ese sentido que le da Walter Benjamin como depositarios del sentido común y no utópicos enloquecidos. En realidad son hijos del orden: no pueden soportan el desorden existente, el de un sistema tan extravagante que convierte en problemas lo que deberían de ser soluciones. PFB nunca se resignó y siempre tuvo claro que había que luchar contra esa barbarie que se expresa en la negación del otro, en las ideas intolerantes, en el uso de la violencia para asegurar el dominio de clase de la minoría. Quiero recordar algunas de sus ideas porque son muy actuales.

Analizaba la barbarie como la fusión de la antigua y de la nueva. La gran perturbación actual es lo que llamamos neoliberalismo. La barbarie está anidando en la tremenda brecha que se ha abierto en el sistema-mundo capitalista; en el choque entre culturas y en la desesperación del proletariado mundial al borde del hambre; en la mentira interesada en que se acabe la lucha de clases para convertirse en lucha entre etnias; en la hipocresía de los ricos que ven una amenaza en los “inmigrantes”, esos pobres que tiene la desgracia de buscar un trabajo manual fuera de su país de origen, en un mundo globalizado donde se mueven a discreción los capitales y las mercancías.

Le producía angustia la permanencia y extensión del mal social y la constatación de que la resistencia o se siente impotente o todavía está sin columna vertebral. Hobsbawm decía que quizá el mayor problema es que nos hemos acostumbrados a convivir con la barbarie. A lo que Paco añade que hemos aprendido a tolerar lo intolerable. ¿O no es intolerable la obscenidad de un sistema económico que podría acabar hasta cuatro veces con el hambre en el mundo con la fortuna de las cien personas más ricas y no lo hace?

El camino para prevenir la barbarie es el reconocimiento de las diferencias naturales en el seno de la especie humana, sin sacar la conclusión de la necesidad de mantener las desigualdades fijas (sociales, culturales, nacionales, étnicas, etc.). Y propone la construcción de una sociedad de iguales. Para ello reivindica el valor moral de la persona y defiende la ética de la resistencia. Este mundo necesita muchos revolucionarios. Los de abajo, los vencidos pero no resignados, los que no tienen historia, se rigen por subjetividades de signo contrario, que cumple una función importante para volver a intentar la revolución después de una derrota. Para PFB la figura del revolucionario forma parte del imaginario colectivo, del recuerdo que se mantiene en las mentes de los pobres y oprimidos, que no le conocieron y que significa: podríamos hacerlo, podríamos volver a intentarlo. Es el ¡Sí, se puede! del 15-M. Esa es la importancia que le da a la mitología popular el volver a empezar.

Sobre ecología, criticaba el crecimiento y el concepto corrompido de trabajo, siendo consciente de que la naturaleza no se encuentra ahí, gratis. Que cuando la humanidad va en un tren desbocado por el consumismo y la destrucción medioambiental, hay que tirar de los frenos de emergencia e incluso de la marcha atrás. Y reflexionó sobre el decrecimiento, que debía de ser con justicia social y sin crisis social que pusiera en cuestión la democracia. Enlazando la idea de decrecimiento con otras utopías sociales históricas, considerándolo una utopía concreta posible como un horizonte de sostenibilidad ambiental y de justicia social, lo que requiere una respuesta política y filosófica radical.

Paco Fernández Buey fue un intelectual comprometido, que se remangaba para participar en las organizaciones políticas y sindicales. Pero, como Gramsci, defendiendo siempre el equilibrio entre ética privada y ética pública, es decir, la política como ética de lo colectivo. La honestidad de la persona es un factor necesario de la coherencia política, porque cuando se vive la política sin convicciones ideológicas, sin verdad, es cuando anida la corrupción y el politiqueo.

PFB tenía claro que hacía falta un sujeto histórico y la búsqueda de amplias y nuevas alianzas para transformar la realidad. La propuesta pasaría por construir un bloque plural de progreso para hacer frente a las brutales políticas neoliberales que se vienen aplicando. Su teorización sirvió para la experiencia de creación de Plataformas Cívicas por los Derechos Sociales en los años noventa, antecedentes de alguna manera de movimientos y plataformas posteriores como el 15-M, 25-S, las Mesas de Convergencia, el Frente Cívico, la Cumbre Social o las Mareas Ciudadanas. La actualidad de su pensamiento es clara. Cuando el país está siendo saqueado, cuando la deslegitimación de la clase política es inmensa, urge la construcción de ese bloque alternativo para no perder definitivamente esta guerra de clases por la pasividad de la ciudadanía y la incapacidad de la izquierda para poner en pie un sujeto emancipatorio.

El castigo tan tremendo que están sufriendo los trabajadores y ciudadanos hace que la conciencia social esté empezando a despertar del letargo. Con seis millones de parados, la destrucción del débil estado de bienestar, la expropiación de lo público, el empobrecimiento generalizado de las masas obreras y hasta de la clase media. Conocemos lo que pasa, la verdad del holocausto social. Lo padecemos. Sobran motivos para la movilización transformadora ¿Por qué no se produce un estallido social? es la pregunta. El poder construye el sistema de alienación y de dominación sobre los ladrillos del miedo y de la mentira. Y el miedo y la represión son muy paralizantes. Por eso no es fácil combatir el desorden. Por falta de conciencia o porque la indignación no es suficiente. Como decía Paco, las gentes suelen estar con Goliat, con el Poder que se supone que va a ganar la desigual batalla contra el débil, contra el pobre, contra el obrero. Sólo suele estar con David post festum, cuando los hechos ya han pasado y los avatares son parte de la memoria. Y cuando los apoyos se dividen durante el transcurso de los acontecimientos, es porque existe alguna expectativa razonable de que David, con su honda, es un poder o está a punto de serlo.

Paco nos habla de algo tan necesario hoy en día: la ética de la resistencia. Para poder sobrevivir a tanto desorden, para volver a empezar una y otra vez la lucha contra la barbarie, porque sigue habiendo en este mundo más llanto del que se puede comprender.       A pesar de su lucidez, siempre combatió el pesimismo político y tenía muy claro que no se había llegado al final de la historia ni al final de la política: a lo sumo, estamos llegando al final de una historia y de una forma de entender la actividad política.

En estos momentos, vísperas quizá de choques entre placas tectónicas, sin saber exactamente cuándo ni la forma que van a adoptar: estallidos sociales, fuertes movimientos de cambio…, es cuando más necesitamos a PFB. Y aunque nos quedan de él sus ideas, su compromiso, su inquebrantable voluntad de resistir y no claudicar, su amplio legado no nos consuela de su ausencia.

Decía Hegel que la lechuza de Minerva que lleva la sabiduría levanta el vuelo en el crepúsculo. Es una buena señal que en estos momentos esté volando en círculos alrededor de nosotros. Con ella sobrevuela, seguro, PFB que intenta  que no desfallezcamos y nos recuerda la necesidad de la ética de la resistencia, para que no aceptemos nunca el desorden existente y para que sigamos combatiéndole y comprometidos con la emancipación revolucionaria para construir una comunidad de iguales. Paco decía que hacen falta muchos Espartacos y yo creo que hacen falta muchos Paco Fernández Buey. Un hombre libre en un país donde ha escaseado la libertad.

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