Carta de un Yayoflauta a Margarita Robles
Sra. Ministra de la Guerra, coincido con usted en lo importante que es la defensa, pero creo que entendemos cosas muy distintas sobre qué es lo importante que hay que defender. Yayoflautas de Madrid somos un pequeño colectivo que nos hemos especializado en la defensa. Sí, salimos a menudo a defender la sanidad pública, la que nos da seguridad a todas, nos hace más iguales y más libres, una sanidad pública amenazada por la voracidad privatizadora.
También salimos a defender una educación pública, de calidad y laica. Una educación que nos de seguridad para poder afrontar los retos del futuro, que enseñe a pensar, a defender los derechos humanos y a cuidar del planeta. El adoctrinamiento religioso y la avaricia privatizadora la han herido de muerte.
También salimos a defender pensiones públicas que nos permitan llevar una vida digna los últimos años de nuestra vida, después de haber contribuido con nuestro trabajo e impuestos al sostenimiento de una sociedad solidaria intergeneracional. Su existencia nos da seguridad a todas y nos hace mirar al futuro con optimismo, pero, de nuevo, se encuentran amenazadas por la voracidad privatizadora de bancos y fondos buitre, que hipotecan nuestro futuro con la garantía del Estado.
Lo mismo podría contarle de otros servicios públicos, las residencias de mayores, la vivienda, el agua, la energía y un montón más de necesidades, cuya garantía nos da seguridad y dignifica la vida de todas.
La inmensa mayoría nacimos en la posguerra o incluso en la guerra civil que estalló tras un golpe de estado militar. No tiene que explicarnos para qué sirve un ejército, sabemos lo que es una dictadura y el peligro que tiene alimentar militares. Pasamos muchas privaciones y tuvimos escasas oportunidades de acceder a servicios públicos, luchamos por esa democracia que ahora parece que fue un generoso regalo de su Graciosa Majestad, el actual rey emérito. Algunas sufrimos la represión, el exilio laboral y hasta la privación de libertad en cárceles y calabozos franquistas. Por eso, desde el primer momento fue un objetivo prioritario luchar por la defensa de los Derechos Humanos, para que nuestras nietas y nietos pudieran vivir mejor en un mundo alejado del odio, de la explotación y de la barbarie militar. Nos hemos manifestado contra el racismo institucional y contra la violación constante del derecho de asilo de personas que huyen de las guerras a las que, por cierto, contribuimos con el suculento negocio de la venta de armas, siendo el séptimo exportador mundial. Nos hemos manifestado en defensa de todos los derechos de la mujer, de las personas migrantes, en defensa de los derechos laborales, contra la tortura, la crueldad o los tratos degradantes. Y, sobre todo en los últimos años, nos hemos manifestado muy a menudo contra la Ley Mordaza, esa ley que nos impide el ejercicio pleno de derechos y libertades como el de manifestación pacífica, la libertad de expresión, de información etc, criminalizando la protesta pacífica y dando presunción de veracidad a las declaraciones de la policía. Es una ley del partido popular que su gobierno ni ha derogado ni parece que esté entre sus objetivos una reforma en profundidad que garantice el ejercicio de los derechos y libertades. Hemos visto la violación de derechos humanos en las devoluciones en caliente, hemos visto cómo miles de personas migrantes se ahogan en el Mediterraneo o en la ruta canaria por las políticas securitizadoras de su gobierno. Celebramos que ahora, con la guerra de Ucrania, las personas que huyen de la barbarie encuentren seguridad y acogida en España. Lamentamos que estas facilidades sólo sean para unas personas y no para otras, pues Europa está rodeada de alambradas y campos de “refugiados” para impedir que accedan personas que huyen de otras guerras. Cuando usted, en la desastrosa retirada de Afganistán, dijo que nadie se quedaría atrás, muchas personas vimos a miles detrás de las alambradas a las que no se les dio la oportunidad. Le recordamos que para tener el derecho de asilo no es imprescindible ser rubio y europeo, sólo hay una condición: ser humano. Semejante discriminación da buena cuenta tanto de la escasa sensibilidad del gobierno por los derechos humanos como de su utilización según conveniencia, dejando en evidencia su hipocresía. En estos casos, la amenaza para los derechos humanos y para el ejercicio de las libertades viene directamente del gobierno y de las fuerzas a su servicio, usted, Sra. Margarita, no forma parte de la “defensa” sino del “ataque”, creando inseguridad e indefensión.
No nos es ajeno el problema de la emergencia climática, el agotamiento de algunos recursos, la sobrexplotación y el deterioro de otros; la protección del medio ambiente, el derecho a respirar aire limpio, la seguridad alimentaria…En su defensa también hemos invertido esfuerzos pues son una grave amenaza para el futuro de la humanidad, que si no se resuelve con justicia social, hipoteca la vida de cientos de millones de personas. Los ejércitos son un contribuyente “bruto” al deterioro del planeta, no sólo por los destrozos y contaminación en tiempos de guerra, sino también en tiempos de paz, por el despilfarro de recursos económicos, de materiales y de combustibles en las numerosas e innecesarias prácticas y exhibiciones.
Todas estas luchas conforman lo que llamamos “Seguridad Humana”. Por ella hemos abandonado la comodidad del sofá para salir a la calle. Ya ve que nos preocupa la seguridad, pero tiene muy poco que ver con la “Seguridad Militar” que usted nos quiere vender. Su seguridad está en abierta oposición a la seguridad humana: cuantos más recursos gastemos en sostener un desmesurado ejército, en adiestrar soldados, en comprar armamento, en maniobras, en desfiles patrióticos, en intervenciones en el exterior…menos dinero tendremos para invertir en las necesidades reales. Es más, la seguridad militar que nos vende es en realidad una amenaza más a la seguridad humana. ¿Quiere decirnos cómo nos va a defender el ejército en caso de un ataque nuclear, bacteriológico o químico? Incluso en el caso de una guerra convencional ¿quién nos garantiza que no tendremos que huir, que no destruirán nuestras casas, que no matarán a nuestra familia, que no seremos torturadas…? En la primera guerra mundial moría un civil por cada nueve militares. Se podría pensar que los militares protegían a los civiles. En las guerras del siglo XXI muere un militar por cada 9 civiles. No le extrañe que no nos creamos su discurso, somos carne de cañón, rehenes de las ambiciones e imprudencias de militares y políticos que atizan las guerras y se lucran de ellas.
Es muy importante saber qué tenemos que defender y quién nos amenaza para poder ver la mejor defensa y lograr los mejores niveles posibles de seguridad. La principal función del ejército es la defensa del territorio y de la población de posibles agresiones externas. Si hacemos un rápido recorrido histórico de las amenazas que España ha tenido en más de dos siglos no veo otra que la invasión de Perejil y su posterior reconquista por nuestros heroicos soldados. ¿Ha valido la pena tantos años de gasto militar, como el que tendremos este año de 43.000 millones de € para eso? Incluso la invasión francesa de 1808 fue una ocupación del territorio consentida y el ejército se quedó en los cuarteles. Ya ve, hoy es un gasto ingente, cuando nadie nos amenaza. Mala inversión ante tantas necesidades reales aquí y ahora. Por contra, en los dos últimos siglos el ejército español ha sido una agrave amenaza tanto para la población española: con cientos de asonadas, pronunciamientos militares, ruido de sables y dos dictaduras, como para la seguridad de otros pueblos: guerras coloniales y 100 intervenciones en el exterior en las llamadas misiones de paz.
¿De verdad quiere hacernos creer que la intervención militar española en Afganistán, Irak o Libia fue una misión de paz? A los hechos me remito. El ejército no es un seguro sino una amenaza. La seguridad militar lejos de servir a la población se ha convertido en un instrumento más al servicio de las élites nacionales y del expolio Norte – Sur, en el plano internacional. La solidaridad internacionalista, que nunca debió perder la clase obrera, sigue necesitando hoy de la oposición frontal a las guerras, a su preparación y a sus ejércitos. La guerra que tiene como escenario a Ucrania y como rehén a toda la población, es una guerra entre potencias, con una Europa desnortada, en la que, como en todas las guerras, perderán los ciudadanos ucranianos, los rusos y los europeo. La ganarán los EEUU y los señores de la guerra. Alimentar el odio, atizar el nacionalismo, el patriotismo, las soluciones autoritarias, el heroísmo o el envío de armas es alimentar la guerra. Si a la escalada verbal sigue la de los hechos puede ser la última guerra. El meteorito patriarcal del militarismo es tan potente que puede acabar con la humanidad en nombre de la humanidad.
Si alguna vez, Margarita , se cae del caballo militarista y decide poner la vida en el centro, sepa que en yayoflautas hay siempre un hueco para seguir defendiendo lo que importa a todas, lo que de verdad vale la pena defender.
P.D. Le llamo ministra de la guerra porque es el nombre que anteriormente tenía su ministerio y creo que responde mejor a la realidad.
Yayovi