Las revoluciones y el agua de borrajas.
Se cumplen 40 años de la revolución de los claveles, estallido capitaneado por los militares del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas). Pasaron unos meses y nos fuimos para allá. Teníamos unas enormes ganas de ver como nuestros vecinos portugueses estrenaban una libertad después de una férrea dictadura salazarista muy emparentada con la franquista, aunque nuestro tirano tardó más de un año en morirse.
Verano intenso aquél, maratones de cine con Pasolini, Kubrick. Noches sin dormir en el camping lisboeta de Monsanto hablando sin parar sobre cómo mantener las democracias, cómo expandir la libertad por todos los rincones del planeta. Resistíamos la velada hasta el amanecer entre el tabaco, el vino verde de Minho y un casete con Pink Floyd o Cream. Derrotados, a dormir a la playa y por la tarde en algún mitin concierto disfrutando de José Afonso y su Grândola, Vila Morena y a Paco Ibañez con su a galopar hasta enterrarlos en el mar. También compramos libros de la prohibida Editorial Ruedo Ibérico, y que todavía conservo con las ideas de Lennin, Troski o Bakunin. Libros que escondimos en el doble fondo del 600 para pasar la frontera aterrorizados, aunque el guardia se rio al preguntar sobre esa manida frase de algo que declarar, y contestamos, nada, solo algún paquete de café y unas toallas para nuestra madre.
Viajando hacia el sur, paramos un pueblo dónde los saldados ayudaban en las tareas a los aldeanos, unos tapando grietas en el maltrecho asfalto, otros recolectando cosechas y lo más increíble dos soldados dando clase a una tribu de niños ávidos de saber. Casi nos echamos a llorar. Ahora todo esto está a años luz, basta con mirar, escuchar y analizar a Obama, Putin, Merkel y demás poderosos del mundo para darnos cuenta de que harán lo posible para que todo esto no vuelva a repetirse, impedirlo a toda costa es su lema; de ahí que las revoluciones en este momento sean como un brindis al sol.
Joaquín Jiménez Arques.
