La Navidad, un cuento.
Pensaba que el espíritu de Scrooge, el personaje dikensiano se había dado una vuelta por Instituto en cuanto notara que en un Centro público, se había puesto un belén. Por lo que contaron los que por allí estuvieron pensé que el alma de Scrooge poseyó a de uno que pasara por el vestíbulo. El caso es que el niño ya no estaba en su cuna, la mula fue cambiada por el camello de un paje de los reyes magos, un cabritillo apareció colgado de la soga del pozo, quizás se suicidara viendo que su pastorcillo estaba tirado en la orilla del río boca abajo, justo al lado de un caganet que simula a Wert con la camiseta verde de la Enseñanza Pública y algún que otro desaguisado más, igual o de menor importancia. ¿Dónde está el niño? Pregunta alguien en la Sala de Profesores, menos mal que no lo oyó ninguna madre, no sabríamos que hubiera pensado. Aunque también estaban buscando a los responsables de semejante gamberrada, lo van a pagar caro, se sabe que han dicho los miembros del equipo directivo, aunque el resto de los profesores ya les advirtieron del riesgo de esta clase de manifestaciones religiosas dentro de un centro público. Claro que al mostrar camisetas verdes corres el riesgo de ser tachado de extremista. Y ahora, aquí se preguntan dónde está el niño que nació en Belén; vaya usted a saber, piensa una profesora que ha sido sancionada por exhibir la camiseta de la Escuela Pública en un examen de nivel, de esos que tan en serio se toman nuestros gobernantes y que les sirve para desprestigiar el trabajo de todos e iniciar así el camino hacia la privatización, perdón, quise decir externalización para no herir la sensibilidad de nuestros gestores. No hizo falta que la profesora se hiciera más la pregunta, los restos de la figurita del niño perdido los encontró ella cuando fue al servicio; estaban al fondo del mingitorio, decapitada. El lio ya estaba armado, pero quedaban pocas horas para las vacaciones, así que a ver quién mete la mano ahí para sacar el cuerpo del delito. Adiós, piensa la profe, agur, bye, carretera y manta para abrazar a la familia que te espera en el pueblo o en la capital, dónde recuerdas tus orígenes por unos días, ves a esos vecinos que envejecen contigo. Comes como una mala bestia, la televisión te recuerda lo mal que lo pasan algunas familias, en tu país en el mundo, es tiempo de solidaridad; te insisten tanto que parecen decirte, eh, pequeño burgués, que estamos en crisis, no te vayan a sentar mal tus pecados de gula, que no te siente mal esa patita de centollo antes de llevártela a la boca. El caso es que los responsables de este otro desaguisado van camino del Caribe, sin preocupaciones, ya se encargarán de leer lo que escriben sus asesores, de ejecutar recortes y llevar caviar de Beluga a su mesa. Luego el mensaje del rey, como si fuera el título de una película, esperando inútilmente que anuncie un proceso constituyente para iniciar una república, aunque sólo sea la independiente de tu casa. El milagro no se produce, pero eso sí, Raphael nos deleita de manera insistente con su tamborilero.
1 de Enero de 2014.