El futuro es nuestro
Los jubilados, más cañeros que nunca
Parece que cuando una persona deja de producir, deja de ser útil a la sociedad. Pero solo hay que echarse a las calles para darse cuenta de que esto no podría ser más falso. Números Rojos recoge la historia de cuatro personas que, a sus 65, dejarían en entredicho al más ferviente activista.
Texto: María Rodríguez Bajo. Fotos: Javier de Riaño Echánove.
En poco menos de 40 años los mayores de 65 van a tomar las calles. No porque los treintañeros de hoy estén planeando ya alguna manifestación, sino porque su proporción por cada 100 personas va a pasar de las 32 actuales a 62 en el 2050. Y España será el país con más jubilados de Europa. En cuatro décadaspasaremos de tener el 17,4% a algo más de un 30% de la población mayor de 65 años (INE, 2011).
El primer pensamiento que suele desatar este tipo de estadísticas es el de “¿y cómo vamos a pagar esas pensiones?”. El gasto social, así como la carga que supone para las arcas públicas y la necesidad de servicios sociales y de asistencia destinados a sus necesidades, van asociados a la idea que socialmente tenemos del envejecimiento. Vejez es para muchos sinónimo de enfermedad, de dependencia. Pero nuestros protagonistas no están de acuerdo con esta visión parcial. Jubilación también significa oportunidad.
NUEVOS PROYECTOS
Ni dependientes ni pasivos. El perfil de los mayores entre 65 y 75 años es el de personas con mayor nivel educativo y económico que generaciones anteriores, conscientes de que la jubilación no es (solo) para divertirse y descansar, sino para iniciar también nuevos proyectos. Y, al contrario de lo que pueda parecer, la autonomía personal es de suma importancia para ellos. Los hijos sí, pero en la distancia.
Sin embargo, la realidad social está trastocando este deseo de independencia. Lo que en algunas ocasiones se presenta como una ‘revalorización’ del papel social del jubilado, esconde detrás una necesidad real que, a falta de un Estado que cubra las necesidades de la población, es atendida por las propias familias. Es el caso de los abuelos-guardería. Un 31% de jubilados cuida de sus nietos y la mitad de ellos lo hace diariamente, durante una media de entre cinco y seis horas por día (IMSERSO, 2010). Y, ya que nos ponemos economicistas, estos cuidados suponen el 0,8% del PIB español.
EL PAPEL DE LOS MAYORES
Cada vez más hogares españoles están sustentados exclusivamente por un jubilado (en 2007 las familias con todos los miembros en paro que dependían de la pensión de uno de ellos era del 6%; en 2011 esta cifra había sobrepasado el 18%). Incluso se dan casos de familias que sacan a sus ancianos de las residencias donde les habían ingresado para volver a vivir con ellos -y su pensión-.
Pero no son solo las familias las que utilizan a los veteranos. Los organismos públicos redactan políticas ‘para’ los mayores pero nunca ‘con’ ellos, en una actitud paternalista, a juicio de muchos interesados. Este es, quizás, el papel al que las administraciones quieren relegar a los mayores, al de mero receptor de asistencia. Pero, ¿es el que queremos ocupar a esa edad?
ABUELOS REIVINDICATIVOS
Dulce Alonso, una de las fundadoras del grupo madrileño de los Iaioflautas, valora de otra manera el papel de los mayores en la sociedad: “Poseen mucha vitalidad y se han dado cuenta de que tienen mucho que ofrecer”. Y este colectivo así lo demuestra: ocupaciones de sucursales bancarias, paralización de desahucios, apoyo a detenidos en las manifestaciones… “Ocupamos la calle, somos molestos”, comenta Dulce, autora de una carta de agradecimiento a la señora Cifuentes -delegada del Gobierno de Madrid- por haber revivido el fragor de una sociedad que se estaba muriendo y que rápidamente se propagó por Internet. “Los mayores tenemos todo el tiempo del mundo, se van a hartar de vernos”. Cualquier edad es buena para luchar por una sociedad mejor.
Y en eso consiste el Envejecimiento Activo, no solo en envejecer de manera saludable sino en reivindicar la participación en los espacios públicos y cambiar así la imagen que la sociedad -y los mayores mismos- poseen de lo que significa hacerse viejo. Como decía José Saramago, la vejez solo empieza cuando se pierde la curiosidad.
ELADIA MARTÍN
Madrid, 1941.
Experiencia laboral: empleada del hogar.
Jubilada en el 2006.
La primera manifestación a la que acudió, recuerda Eladia, fue la que siguió al intento de golpe de estado de Tejero, en 1981. “Fue la primera vez que sentí que estaba en peligro la democracia”. Desde entonces no se ha callado ni una sola vez. “Mi hija me avisa de las manifestaciones que hay y me dice: ‘Qué madre más cañera tengo’. Para mí es todo un orgullo”.
Fue en mayo de este año cuando Eladia se unió a los Iaioflautas. Esta asociación, que debe su nombre a Esperanza Aguirre -quien tachó de ‘perroflautas’ a los manifestantes del 15M-, se fundó en Barcelona y ahora se ha extendido a ciudades como Valencia, Sevilla o Madrid. Jubilados con mucho tiempo libre y nada de miedo en el cuerpo forman esta hueste que lucha por un presente mejor. “A veces me tienen que contener porque se me calienta la boca”, nos cuenta el vendaval de energía que es esta mujer y recuerda que hace no mucho, en una concentración a favor de unos detenidos por ocupación, los antidisturbios quisieron meterla en el furgón por injurias contra el Rey. “Ahí tuve miedo, pero se me pasó cuando sentí el apoyo de la gente. Me convertí en la estrella de la manifestación”, relata con una sonrisa.
Esta ‘iaiaflauta’ de carácter incontenible -le viene de su padre, que era fascista, aunque su madre le hablaba de La Pasionaria- dice que no sintió ningún vacío cuando dio el paso de la jubilación. Ser dueña de su tiempo fue todo un regalo. “Cada día amanezco con más fuerza porque sé que perderé mi físico. Me quedan siete u ocho años para tener esta energía, tengo que aprovecharla a tope”.
MAXIMILIANO LASÉN
Santander, 1942.
Experiencia laboral: escuela de tráfico y jefe de estado mayor de la guardia civil, entre otros.
Jubilado en el 2007.
“La Guardia Civil tiene una disciplina muy férrea con los de abajo. Yo decidí pelearme con los de arriba”, comienza explicando Max, acostumbrado al asombro que producen su trabajo con la Benemérita y el compromiso social que ha marcado su vida. Y fue precisamente esa ‘vida paralela’ la que le libró de que la jubilación se convirtiera en un drama.
Poco después de retirarse, Lasén salió elegido concejal de la oposición en Valdemoro (Madrid). Era la primera vez que se metía en política pero, precisamente, cada cambio es para él un reto que le mantiene vivo, y menciona a la centenaria neuróloga italiana, Rita Levi-Montalcini, quien dice que el cerebro puede seguir funcionando perfectamente a edades avanzadas.
“A las neuronas hay que darles de comer”, afirma este hombre, “leer, hablar, relacionarte,… Cada semana escribo dos cartas a diferentes diarios. Suelen publicar una, pero lo que me importa es escribirlas”. Y no solo eso, sino que cuenta con más de mil amigos en Facebook donde libra cientos de batallas, ahora contra los parquímetros en Valdemoro. “Si rompes la barrera de los retos -añade- tienes más libertad”.
Su reclamo para con los mayores es tajante: hay que contar con ellos para administrar lo público. “No se puede prohibir hablar de política y religión”, como sucede en los Centros de Día. “Los partidos quieren entontecer a los mayores o explotarlos” y recuerda aquella vez que colaron a un grupo de ancianos, de viaje a Portugal, en mitad de un mitin “para rellenar”. Para él, los únicos viejos aquí son los partidos políticos, auténticos dinosaurios con terror a los cambios sociales.
SALVADOR GUIRADO
Melilla, 1937.
Experiencia laboral: Ministerio de Cultura, Universidad Popular y Fundación Sageco.
Jubilado en el 2000.
Siempre ha estado metido en ‘jaleos’ y vivir las cosas en grupo ha sido su hilo conductor. Por eso, al poco de jubilarse y comenzar sus estudios de Psicología en la UNED, le llamaron desde UGT para dirigir asuntos relacionados con los mayores. Esta laboriosidad le salvó de vivir ‘la crisis de la jubilación’. “El colectivo de los mayores es el único que no posee un rol social”, explica Salvador a Números Rojos. Los jóvenes tienen que prepararse; los adultos, trabajar. En cambio a los mayores… “Nos queda vivir bien, los viajes… Te invitan a no ser solidario socialmente”, reclama el presidente de Mayores XXI, una asociación que tiene como fin el reconocimiento del mayor como un ciudadano igual que el resto, ni más ni menos.
“Los mayores tenemos dos tentaciones”, expone Guirado. Por un lado, ciertos privilegios económicos, obtenidos por su edad y que, en su opinión, fomentan el paternalismo al que inducen las instituciones. “No puedes privilegiar a una edad, sino a una situación económica”, recalca. Por otro lado, está la endogamia.“Cuando se habla de reivindicar derechos sociales el mayor no puede quedar al margen. No puede reclamar ‘solo lo suyo’, porque eso es contribuir a nuestra marginación social”.
De ahí que haga hincapié en crear una nueva cultura de la solidaridad, especialmente entre generaciones. “Hay que crear un maridaje en el que la edad no sea una diferencia y cada uno aporte cosas concretas. Los jóvenes, la pasión; los mayores, experiencia y mesura”. Desencantado del mundo institucional, Salvador se confiesa consciente de que su futuro es limitado y de la importancia de la existencia de voces que digan lo que piensan. “Los mayores debemos gritar”.
JUANA LEÓN
Madrid, 1945.
Experiencia laboral: industrias gráficas y asesoría jurídica.
Jubilada en el 2010.
Hace unos años Juana compró dos figuras con forma de búho, una solitaria y la otra con una cría al lado. Se las mostró a su hijo y le dijo: “Tengo ganas de ser libre”. “Quería disfrutar de mi independencia sin dejar de ser madre”, nos cuenta ahora. Esta anécdota refleja el presente de muchos padres: por un lado, la necesidad de autonomía, y por otro, el deseo de ayudar a sus hijos. “Es muy triste ver la cantidad de jóvenes que no trabaja. Es una vergüenza que hayamos hecho un esfuerzo para que vayan a la universidad y ahora se tengan que marchar”. Y así es como padres y madres, muchos jubilados, se convierten en eternos proveedores de sus hijos. “No nos atrevemos a gastar un céntimo porque no sabemos qué va a pasar con ellos”.
Pero si bien sus funciones como ama de casa no cambiaron tras la jubilación (situación que, asegura, los hombres no soportan de igual manera), el temor a qué hacer con la cantidad de tiempo libre pronto se disipó. “El 15M me ha dado mucha vida -explica-, me ha aportado otra forma de ver el barrio y relacionarme con los vecinos”. Desde hace dos años y medio cada jueves acude a la madrileña Puerta del Sol donde, al estilo de las Abuelas argentinas de la Plaza de Mayo, reclama junto con un nutrido grupo de personas “verdad, justicia y reparación” en pos de la Memoria Histórica. “Tras la jubilación me di cuenta de que no tenía que encerrarme en casa, debo cuidar mi salud para ser útil, pero los años no me impiden luchar por un mundo mejor”.
http://blogs.publico.es/numeros-rojos/2013/12/03/los-jubilados-mas-caneros-que-nunca/