La «Marca España»
Mal hay que diseñar un submarino para equivocarse en el peso en 75 toneladas (quizá el error sea de 100 toneladas, todavía no está claro); muy mal hay que desarrollar un proyecto para que ese exceso de peso condicione la flotabilidad de la nave, cuya gracia, como su propio nombre indica, está en que pueda sumergirse y emerger a voluntad y con rapidez. El S-80 diseñado por Navantia, llamado (ahora sabemos que con sorna) Isaac Peral, se parece mucho a aquel submarino disfuncional de Gila, que los marineros tuvieron que hundir para descubrir después que era un barco. La historia parece un episodio chusco de la polémica sobre la ciencia española que tanto preocupó a Menéndez Pelayo. Tras romper contratos con el grupo tecnológico francés DCN, Navantia, crecida en pundonor y trapío, se atrevió a construir su propio submarino, el citado S-80. A lo peor el Señor no nos ha llamado por el camino de la tecnología, a pesar de todas las invocaciones al I+D+i; el caso es que el S-80 es una nave obesa y con graves problemas en su propulsión hipermoderna.
Pero vamos a ponernos un poco más serios y contemos toda la verdad del submarino en cuestión ( incluido todos los dineritos que se han gastado para que no flote):
1º.- En primer lugar, el coste económico. Los submarino se contrataron por un importe de 1.756 millones de euros, en el marco de los programas especiales de armamento aprobados en la sexta legislatura, 1996-2000, mientras que el inicio de las actuaciones fue adoptado por el Consejo de Ministros en 2003. Es decir, su importe se ha incrementado en un 21,5% desde su aprobación. Un excesivo incremento del coste que justifica pedir explicaciones a los responsables de la planificación y ejecución de este gasto, ya que tal variación sobre los precios iniciales no puede admitirse como un margen normal en la ejecución de un contrato público. En el mejor de los casos podemos considerarla como una mala gestión de los presupuestos públicos.
2º.- En segundo lugar, la construcción del primer submarino se inicia en 2005, la del segundo lo hace en diciembre de 2007, la del tercero en 2009 y la del cuarto en 2010. Por lo tanto, el Gobierno, ya era plenamente consciente de la crisis económica cuando se inicia la construcción del tercer y cuarto submarino y, a pesar de los fuertes recortes sociales que estaba llevando a cabo, decidió continuar con su política de gasto y endeudamiento en materia militar. Se prioriza, por lo tanto, esta industria por encima de cualquier otra alternativa. La finalidad de está política la veremos más adelante.
3º.- En relación con la generación de empleo, cuestión que suele resaltarse en apoyo a estos programas de armamento, en los documentos hechos públicos por Navantia, empresa responsable de la construcción de los submarinos, se da la cifra de 503 empleos directos y 570 indirectos. Sin embargo, en la planificación de los programas especiales de armamento y en los documentos hechos públicos, no figura ningún análisis de coste/oportunidad ni estudios comparativos que permitan evaluar el potencial de creación y mantenimiento de empleo de estas actuaciones en comparación con la misma inversión en otro sector industrial. Este hecho nos lleva a pensar que la decisión sobre estos programas se adoptó por motivos distintos, siendo estas cifras de empleo utilizadas como argumentos de apoyo en la neutralización de los argumentos contrarios al mantenimiento de los programas especiales de armamento.
4º.- Cuando se menciona que el submarino es puramente español, realmente lo que se quiere decir es que Navantia asume la responsabilidad de su diseño y construcción. En la práctica han participado más de 40 empresas, españolas, italianas, alemanas, francesas, norteamericanas e inglesas. La verdadera finalidad de este programa, según se reconoce explícitamente en documentos elaborados por Navantia, ha sido la de incluir a España entre los países fabricantes y vendedores de submarinos, haciendo posible su entrada en el mercado internacional, al mismo tiempo que se produce la liberación de la dependencia de Francia en este campo, dependencia que se inicia en los años 80 y que se materializa en la fórmula de consorcios hispano-franceses.
En la construcción de estos submarinos se ha recurrido, en buena medida, a la transferencia de tecnología extranjera. Por ejemplo, todo el sistema de combate procede de la multinacional norteamericana Lockheed Martin. Es cierto que se ha desarrollado tecnología, como la planta generadora del sistema de propulsión, pero no lo es menos que cuando se citan los desarrollos tecnológicos únicamente se mencionan tres. La citada planta generadora, el sistema integrado de control de la plataforma y desarrollos de reducción de firmas eléctricas, magnéticas y acústicas
En ningún momento, se ofrecen cifras que permitan valorar objetivamente cual ha sido el aporte debido a las transferencias de tecnología extranjera y los desarrollos propios. Tampoco se mencionan las patentes que se han desarrollado, ni en España ni fuera de ella. Por consiguiente, debemos cuestionarnos la rotundidad de las afirmaciones que aparecen en los medios de comunicación que parecen deberse, al igual que cuando se manejan cifras de empleo, más a una estrategia de apoyo que a una realidad. En cualquier caso, esta ausencia de datos objetivos debe llevar a afirmar que no ha sido este el fin principal de estas actuaciones.
Tampoco existen estudios de coste/oportunidad ni evaluaciones de la capacidad de desarrollos tecnológicos en este sector comparado con inversiones de la misma cuantía en otros sectores.
5º.- Finalmente, debemos detenernos a analizar el aspecto mas importante de este programa. Su fin principal, además de dotar a la armada de cuatro submarinos anaerobios (básicamente, incorporan pilas de combustible en su sistema propulsor) de última generación, es la de convertir el astillero de Cartagena en un astillero de referencia en el diseño y construcción de este tipo de submarinos no propulsados nuclearmente. Para ello, se ha reformado el astillero dotándolo de unas dimensiones que exceden a las necesarias para afrontar la construcción de estos cuatro submarinos. Esto implica que estas inversiones solo se sostendrán si se logra competir en el mercado internacional y conseguir encargos para la construcción de submarinos para las armadas de otros países, compitiendo principalmente con Francia y Alemania.
Con esta política, si no se logra competir en el exterior y vender un número determinado de unidades deberán cerrarse los astilleros o dedicarlos a la construcción de otros tipos de buques. Hay que señalar que en la actualidad hay cuatro astilleros militares.
http://tonyfdez.blogspot.com.es/2013/05/s-80-el-submarino-espanol-que-no-flota.html