JESÚS PAMPÍN TENÍA DOS AMORES: LOS YAYOFLAUTAS Y CAMINAR UN BUEN RATO CADA DÍA”
No era un hombre de muchas palabras más bien era callado hasta que te cogía confianza y se abría. Pero cuando tenía el día parlanchín no paraba.
Ha escogido un lluvioso viernes y trece para emprender el gran viaje, que todos, más tarde o más temprano emprenderemos. Y nos deja ese gran vacío en el alma cuando pierdes a un compañero de lucha que no se perdía ninguna manifestación, ni una convocatoria, ni un lunes en Sol. Ahí estaba él con su chaleco amarillo en la pancarta de los Yayos.
Llegaba siempre el primero, y era capaz de ir andando desde Carabanchel hasta Sol, y nos decía hoy he hecho tantos Kilómetros.
Cuando le ibas conociendo descubrías que le encantaba que le dijeras “Jesús vamos a comer fuera cuando acabe la manifestación. ¿Te vienes? Nunca nos dijo que no, y descubrimos que era un goloso empedernido que no se perdía el postre por nada del mundo.
Sus hijas nos contaban que éramos el motor de su vida, que siempre nos había considerado una segunda familia. Tú también eras un compañero entrañable para los Yayos. Nos dejas un hueco difícil de llenar. Extrañaremos el no verte, extrañaremos los paseos que nos dábamos contigo. Porque mientras te recordemos seguirás vivo para nosotros.