Después de la huelga general del 14 N
Fuente: Sin Permiso
La huelga general y las manifestaciones del 14 de noviembre han sido un importante éxito del movimiento de resistencia social contra las políticas de ajuste del Gobierno Rajoy. Cientos de miles de personas han participado en todo de acciones, uniéndose así a la primera jornada de lucha europea contra las políticas de la Troika y a la primera huelga general ibérica.
La derecha social y política, siguiendo los argumentarios distribuidos desde Presidencia del Gobierno, intentan ningunear, minusvalorar o simplemente ignorar los hechos del 14 de noviembre, alegando que, más allá de discusiones de cifras, nada cambiarán la “única política posible” (Guindos dixit). A la espera de un balance más sosegado, sobre todo después del próximo Consejo europeo del 22 de noviembre que tendrá que tomar decisiones importantes sobre el tercer rescate a Grecia, nos parece importante hacer llegar a los lectores de Sin Permiso la carta que han remitido a Mariano Rajoy los secretarios generales de cuatro de los sindicatos convocantes y un articulo de nuestro amigo y colaborador Antonio Baylos sobre la apreciación social de la huelga general. NdR
Sr. Presidente:
Es usted conocedor de la Huelga General que se celebró el pasado día 14 y del amplio seguimiento que ésta registró. En todo caso sabe de la amplísima participación de trabajadores y trabajadoras y de la ciudadanía en general en las manifestaciones que desde la mañana a la tarde se convocaron por todo el Estado español.
Huelga y masivas manifestaciones son dos caras de la misma moneda. Ambas expresan el profundo descontento y malestar de amplísimos sectores de la sociedad hacia las políticas diseñadas en Europa para enfrentar la crisis y las que usted aplica desde el Gobierno de España.
La reacción del mundo del trabajo y de la sociedad civil se explica, como usted mismo ha dicho entender en más de una ocasión, por el sufrimiento que está generando el paro; por la angustia que provoca el temor a perder el empleo; por la desesperanza que se siente al buscar y no encontrar trabajo; por la penuria que está generando la caída de los salarios cuando para mayor desgracia suben los impuestos y los precios, por la humillación que supone para los empleados públicos que se les desacredite social y profesionalmente para luego rebajarles los salarios, quitarles la paga extra y facilitar el despido del personal laboral; por la falta de expectativas de los jóvenes para acceder al mercado de trabajo; por la incertidumbre que supone tener que emigrar, sobre todo cuando ésta no es una opción que se adopta voluntariamente sino por desesperación; por la preocupación de que las pensiones no permitan llegar a fin de mes;…
Esta reacción se explica porque cuando más se necesita de las redes de protección y de los servicios públicos que han sido concebidos para asegurar el bienestar de la sociedad y proteger a los más débiles, vemos como todo ello se deshace como un azucarillo: las prestaciones por desempleo se reducen y se limita el acceso o directamente desaparecen otro tipo de prestaciones sociales; se devalúa el derecho del trabajo; la educación y la sanidad pierden su carácter universal y gratuito; se retrasa y restringe el acceso a la atención para las personas dependientes, y a las que percibían las ayudas éstas se les recortan en un 15%; desaparecen los programas de atención a los más necesitados; se recortan las partidas para la cooperación; se abandona la agricultura y al medio rural, por la pérdida de la vivienda al no poder hacer frente a la hipoteca…
La reacción del mundo del trabajo y de la ciudadanía se entiende cuando, junto a todo ello, vemos como los sectores más pudientes de la sociedad no contribuyen de la misma manera a enfrentar la crisis o incluso mejoran su posición económica y social al calor de ella.
Esta reacción se explica, finalmente, cuando después de cinco años de crisis y más de dos y medio de políticas de austeridad no hay ningún indicio fiable, y usted lo sabe porque hasta las instituciones europeas se lo han dicho, de que la vayamos a superar en un plazo razonable.
Antes al contrario, la combinación de una política que sacrifica los estímulos a la actividad económica y la reforma laboral que usted decretó sobre otra ya de por sí lesiva, y que no deja margen para una aplicación «compasiva» como ha pedido su Ministra de Empleo, está destruyendo y seguirá haciéndolo, tejido productivo y empleo de manera acelerada. La fe dogmática en la reducción del déficit que viene practicando solo lleva al empobrecimiento de la mayoría, (cerca del 27% de la población se ha situado por debajo del umbral de la pobreza), al incremento de la marginación y exclusión poniendo seriamente en riesgo la cohesión social característica de los países avanzados. ¿Que consecuencias cree usted que pueden acarrear que más de dos millones de personas en paro no perciban ninguna prestación económica estando en una situación de extrema necesidad o que 1.737.000 familias tengan a todos sus componentes en el paro?
¿Cuántos parados y paradas más deberemos contabilizar? ¿Cuántos jóvenes más deberán emigrar? ¿Cuál es el límite para que el crecimiento de la pobreza sea soportable en una sociedad desarrollada? ¿Cuánto tiempo más debemos esperar a que éstas políticas surtan efecto?
Las políticas de austeridad han fracasado. El sufrimiento que están generando no es soportable por más tiempo. Cuanto antes reaccionemos antes evitaremos que nuestra economía se siga deteriorando y que las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad y la calidad de nuestra democracia se degraden de forma irreversible.
Usted sabe, pues le suponemos conocedor de las diferentes teorías económicas, que hay otras políticas económicas y sociales posibles que ante situaciones similares dieron resultado en el pasado.
Le pedimos, tras la magna demostración de conciencia cívica que supuso la jornada del 14 de noviembre, que cambie sustancialmente la orientación de sus políticas. No le pedimos que modifique sus convicciones ideológicas, le pedimos que renuncie al dogmatismo y que rectifique ante una realidad tozuda que ha puesto de manifiesto lo que algún premio Nobel de economía ya aventuraba; que solo con austeridad no se ha salido nunca de ninguna crisis por la que el mundo ha atravesado.
Hay otra salida. Hay otra salida si en Europa y en España se marcan plazos más dilatados para reducir el déficit; si hacemos compatible la austeridad con los estímulos a la actividad económica y la creación de empleo; si procedemos a una reforma fiscal que procure incrementar los ingresos necesarios de manera, suficiente, justa y equitativa, renunciando a amnistías fiscales y persiguiendo de manera decidida el fraude; si apostamos por cambiar las bases en las que se ha venido sustentando nuestra economía e impulsamos una política industrial competitiva y volcada en la investigación y en la innovación tecnológica y en el respeto al medio ambiente; si mejoramos nuestro sistema educativo público garantizando al tiempo calidad y equidad; si preservamos la calidad del sistema de salud que vela por la calidad de vida de los ciudadanos y aporta valor añadido en investigación y desarrollo tecnológico; si mantenemos las redes de protección y los servicios públicos como un factor de justicia, pero también como dinamizador económico,…
En definitiva, hay salida si apostamos por una economía y una sociedad más cohesionada donde contribuyan más los que más tienen. Usted es perfectamente consciente de que las sociedades nórdicas han soportado mejor los envites de la crisis porque disponen de una economía más innovadora y un sistema de garantías sociales más desarrollado.
Ahora que está en trámite el proyecto de Ley de PGE para el año 2013 tiene la oportunidad de corregir la orientación de estas políticas. Retire el proyecto y promueva su reelaboración. Todos hemos conocido las previsiones de la UE y hemos tenido ocasión de confirmar que su Gobierno presentó unos Presupuestos que se sustentan sobre unas previsiones de crecimiento económico totalmente ficticias. Todos sabemos que el proyecto profundiza en la política de austeridad recortando inversión y detrayendo recursos de la protección social y de las políticas públicas. Todos sabemos de la ambigüedad, creemos que calculada, con la que se aborda la revalorización de las pensiones. Ambigüedad que contrasta con la pretensión explícita de modificar el acuerdo de pensiones vigente cuando todavía no ha entrado en vigor.
Recupere el valor diálogo social y político, huya de la prepotencia y el mesianismo y teja los más amplios consensos. Empéñese en fomentar la negociación colectiva y en respectar sus acuerdos y deje de gobernar por la vía del Decreto Ley.
Si usted considera que no está en condiciones de promover ese cambio busque al menos el aval de la ciudadanía, porque usted mejor que nadie sabe que los ciudadanos que le permitieron ganar las elecciones avalaron con su voto un programa electoral sustancialmente diferente al programa de gobierno que está aplicando. Usted mismo lo ha reconocido. Devuelva la palabra a la ciudadanía, contribuya a la revalorización de nuestra democracia y evite el crecimiento de la decepción y el escepticismo frente a la política y las instituciones por las que ésta se encauza.
Sr. Presidente convoque usted un Referéndum. Usted tiene potestad para hacerlo, nuestra Constitución contempla este recurso ante situaciones excepcionales y ésta lo es.
Atentamente.
Ignacio Fernández Toxo (SG de CC OO), Cándido Méndez Rodríguez (Secretario General de UGT), Julio Salazar Moreno (SG de USO), Augusto Serrano Olmedo (Portavoz de la Confederación STES-Intersindical
).
Nada es real, la realidad la construye el medio
En el libro “Un sindicalismo para el futuro”, publicado por la Fundación 1 de Mayo de CCOO, que contiene posiblemente los materiales de debate más interesantes y críticos sobre la situación actual del sindicalismo y los caminos para su desarrollo, se analizaba el papel de los medios de comunicación en relación con el trabajo y las figuras colectivas que lo representan.
Se decía allí, justamente, que “la globalización no solo ha reforzado el papel de la comunicación como parte central de la hegemonía ideológica, sino como parte esencial del poder económico. No solo de la superestructura sino también de la estructura industrial”. Como consecuencia, “los periodistas están, cada vez más, sometidos a la lógica industrial y empresarial y pierden espacio y autonomía en la configuración de los contenidos”. Y Rodolfo Benito, en el editorial del número 44 de la Revista de Estudios de la Fundación, añadía que “en este escenario la ciudadanía se siente constreñida entre la pinza que forman buena parte de sus medios nacionales, cortejadores de la hecatombe (como nuestra derecha mediática) y los medios económicos de referencia, proclives a justificar el pensamiento y el poder financiero dominante. Cuanta más incapacidad demuestran las instituciones para afrontar sus causas, más espacio ganan los tópicos y los recados mediatizados del poder y menos los pensamientos críticos”. Eso explica que las campañas mediáticas que tienen que ver con la regulación del trabajo, el conflicto social o el mantenimiento y desarrollo del Estado social van a estar “preñadas de ideología conservadora por un lado y de estrategias de comunicación atendiendo a los intereses económico-empresariales por otro. En definitiva de un intento de favorecer una hegemonía social y cultural, la dominante, que hay que quebrar”, como señalaba Benito.
Sin embargo, este análisis aparece como una reflexión muy sofisticada en relación con lo que hoy, 15 de noviembre, se puede leer en los quioscos como expresión de la información que efectúan los medios de comunicación sobre la huelga del 14-N. Al margen de la chistosa expresión del ABC sobre la preferencia de los españoles por trabajar –que quiere contraponer a la huelga, pero que es fácilmente reconducible a los casi seis millones de parados logrados gracias a la reforma laboral del PP– la portada de los grandes medios afines al poder político es idéntica: “De fracaso en fracaso”, “Fracasados”, “Rotundo Fracaso”. El Mundo, La Razón, Expansión, la Gaceta, todos ellos insisten en esa idea, que coincide con la expresada por el departamento de interior del gobierno al iniciarse la jornada de ayer: plena normalidad ciudadana.
La negación de la huelga como alteración de la producción y de la normalidad ciudadana se une a un efecto político, los sindicatos y las organizaciones sociales convocantes no han conseguido su propósito y por tanto están deslegitimadas socialmente. La virulencia de las expresiones de la prensa contrasta ciertamente con las empleadas por cualquier tipo de prensa democrática europea, alejadas absolutamente de esta agresividad antisindical. La prensa democrática europea por el contrario considera normal la existencia de huelgas, valora el hecho del conflicto como un fenómeno político de resistencia o de rechazo a las políticas del gobierno, y llama la atención normalmente sobre la progresiva “ruptura” entre el movimiento sindical organizado y las líneas directrices de la política económica dictada por los organismos financieros centrales de ola, también en este aspecto demasiado próxima a su antecedente franquista.
Por lo demás, el esquema empleado por los medios españoles invierte los términos de la realidad. Según éstos, son los sindicatos y las organizaciones sociales convocantes de la huelga los que deben probar en cada acción su representatividad real y su inserción social medida en términos de participación masiva como forma de medir su legitimidad política. La realidad es sin embargo la contraria. Es el gobierno y sus políticas los que resultan claramente deslegitimados por la movilización social, y cuanto mayor y mas permanente sea ésta, más erosionadas resultan las posiciones del partido político en el gobierno y sus decisiones. La prensa concentrada insiste en esa inversión de la realidad y construye axiomáticamente la intangibilidad del poder –cada vez menos público– y su actuación al servicio del poder económico-financiero, repeliendo por inconcebibles las manifestaciones del conflicto, que según ella son siempre frustradas –y frustrantes–, sucesos “lastimosos, inopinados y funestos” que presagian la caída de sus convocantes “con estrépito y rompimiento”, tal como sugiere los diversos sentidos de la noción del fracaso. Es decir, los sujetos sociales alternativos están estigmatizados ya previamente como loosers, han nacido ya como perdedores y llevan ese estigma que se confirma ante cada nueva –y más amplia y extensa– movilización social.
Por eso no interesa la realidad, lo que ha sucedido realmente. Un conocido lacayo del poder político que se autodefine como periodista puede grabar su intervención el día antes de la huelga señalando el absoluto fracaso de la misma porque la realidad no interesa. Y las portadas de todos los medios concentrados, como las ediciones de los telediarios, estaban ya escritas antes de que sucedieran los hechos. Aunque los textos y el subrayado del mensaje sean grotescos y burdos, y nada sea real.
Hay en esa actitud una confianza de fondo en que el discurso doble que se mantiene produce la realidad que se quiere inducir. La hostilidad antisindical y, más allá, la repulsa frente a cualquier alteración de la producción y del consumo por obra de sujetos colectivos que representan el trabajo vivo, de una parte, y la incolumidad del poder político y económico, la imposibilidad de modificar el proyecto político establecido de manera opaca y unilateral por el gobierno, son dos líneas de pensamiento que los medios de comunicación –todos los “oficiales”– entienden que tienen arraigo en una parte importante de la población. La desinformación por consiguiente es provechosa en términos de creación y orientación de una parte de la opinión pública y rinde homenaje a los dueños del privilegio económico.
Sin embargo es evidente que esta actitud está generando una creciente desafección y desconfianza frente a los medios audiovisuales dominantes por una gran parte de la ciudadanía activa. Que se alimenta de los digitales y de la información en las redes sociales, pero que carece de canales reticulares o de redes de información lo suficientemente amplios y estables como para competir en términos sustanciales en la orientación de la opinión pública. Es cierto no obstante que no parece posible hoy afirmar un monopolio en la distribución de la información y de la opinión, y la distancia entre los medios dominantes y la red del pensamiento subalterno es cada vez mayor. Pero el conocimiento proviene ante todo de la experiencia colectiva. La participación en la huelga y en las gigantescas manifestaciones de ayer han inmunizado a muchos ciudadanos y ciudadanas de estas tentativas groseras de negar una realidad que tozudamente se obstina en demostrar que hay un espacio público de libertad y de democracia en el que el privilegio, la injusticia y el sufrimiento de los más débiles no puede ser el objeto de las decisiones del gobierno de la nación. Reconstruir la realidad a través de nuestra propia narrativa de los hechos es cada vez más una necesidad democrática, lo que implicará en un futuro inmediato restringir y limitar la confiscación de la opinión libre por los poderes económicos a través de unos medios de comunicación que mienten, difaman y desinforman según las indicaciones de su propiedad.
Antonio Baylos, amigo y colaborador habitual de SinPermiso, es catedrático de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la Universidad de Castilla La Mancha.
http://baylos.blogspot.com.es/2012/11/nada-es-real-la-realidad-la-construye.html