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España, un país de viejos

AGUSTÍN MORENO | Publicado: 

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El envejecimiento, la baja natalidad y la emigración de jóvenes, condenan a España a ser un “país de viejos”. / Efe

Resulta patético ver a Rajoy “vender” que hay recuperación porque el PIB del último trimestre ha crecido seis décimas y que se han creado un puñado de empleos precarios de temporada. Obviando que el rescate a la banca equivale a seis veces los recortes en educación y sanidad. Todo para ver si consigue algún voto más en las elecciones de 2015. Es lo que tiene la mediocridad en política y la visión cortoplacista de los problemas. Pura espuma. Los cambios profundos van por otro lado.

 

Dice la ONU que España será el tercer país más viejo del mundo en 2050, con un 34,5% de la población con más de 65 años; solo nos superarían Japón y Corea del Sur. Los motivos parecen claros: aumento de la esperanza de vida en diez años (79 años para los hombre y 85 para las mujeres), descenso de la fertilidad (1,32 hijos por mujer) y de la natalidad (9,6 por mil). Se pueden agravar las cosas ya que, según el INE, habrá más muertes que nacimientos a partir de 2017, lo que produciría un decrecimiento vegetativo. A lo anterior hay que unir la salida del país de inmigrantes y de españoles al extranjero en los últimos años, lo que ha hecho que entre 2012 y 2013 España haya perdido 310.456 habitantes, situándonos en 46,5 millones.

Estas tendencias demográficas tienen que ver con una modernización de la sociedad española: avance en la emancipación de la mujer, aumento del laicismo, cambio de usos sociales, otros esquemas en la formación de las familias, matrimonios más tardíos y disminución de su número en un 27% en la última década. Pero las causas más profundas están relacionadas con elmodelo socioeconómico, el tipo de mercado de trabajo y la crisis económica. Se retrasa o impide la emancipación personal y los proyectos de constitución de parejas por el desempleo, el trabajo precario y los bajos salarios. Hay datos demoledores como que ocho de cada diez jóvenes siguen viviendo con sus padres. Tiene consecuencias demográficas graves no dar un enfoque integral a las políticas. Por ejemplo, ceder a la ambición patronal de reformas laborales que los gobiernos a su servicio no dudan en aprobar, para aumentar la tasa de ganancia del capital. Lo sintetizaba El Roto en una brillante viñeta en la que aparecía una mujer trabajadora: Si nos quedamos embarazadas nos despiden; pero las paradas no parimos ¿Alguien puede pensar que con casi 6 millones de parados, millones de precarios, el despido libre y muy barato, los bajos salarios y una profunda inseguridad laboral, alguien se puede dedicar a traer hijos alegremente a este mundo? No hay que olvidar que la ONU ha acusado a Rajoy de llevar a la pobreza al 21,8 % de los españoles y alerta de que uno de cada cuatro niños viven en familias sin recursos.

El otro gran problema demográfico es la pérdida de efectivos por los movimientos migratorios. La historia de la humanidad se puede explicar desde los movimientos de población y también la de este país. Con ellos funciona una ley de hierro: la relación entre población y recursos. Cuando los recursos son escasos por la política de austeridad y recortes, cuando nos estrangula el peso de una deuda impagable y la rigidez de la pertenencia a la eurozona, cuando el modelo productivo es muy deficiente, los flujos migratorios serán de huida del país. Es lo que está sucediendo ya. Y los que se van son jóvenes, suelen estar mejor preparados y ser más audaces. Es decir, se suele ir lo mejor del país y con ello se produce un triple empobrecimiento: en población, juventud y talento. Las previsiones son pavorosas: el FMI estima que España perderá casi 300.000 personas en edad de trabajar cada año hasta 2020. Un país con estas perspectivas es un país estancado, en regresión, condenado en el mejor de los casos a la mediocridad.

Portugal, que tiene una situación parecida a la de España, ha lanzado un plan de choque para fomentar la natalidad. Las medidas que se proponen son bonificar a las empresas que contraten a embarazadas, que los padres que pidan jornada reducida no pierdan salario, aumento de medidas educativas y facilidades de acceso a guarderías, ampliar los tratamientos de fertilidad, deducciones de impuestos a las familias e incluso a los abuelos que colaboran en el cuidado de los nietos. Y se pretende que sea un plan sostenido en el tiempo y al margen de electoralismos. En España se va en sentido contrario: dificultades en el acceso a tratamientos contra la infertilidad, encarecimiento del precio de las escuelas infantiles, etc. Si en España se formulara un plan a favor de la natalidad la conclusión principal sería la derogación de una reforma laboral que condena a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras a una profunda inseguridad que les aleja de tener hijos.

Urge un cambio económico estructural hacia un modelo productivo con más empleo y de mayor calidad, con mejores salarios, que desarrolle una política industrial competitiva que recupere emigrantes españoles y volvamos a ser un país receptor de inmigrantes de otras tierras. Porque para un enfoque sistémico de la demografía no basta con planes de natalidad. Hace falta un cambio político que tenga visión a largo plazo sobre el futuro del país. Pero aquí la visión de la derecha es tan miope como la de la derecha republicana en USA cuando se opone a la reforma migratoria para la regularización de 11 millones de personas. Lo peor que puede haber son políticas mediocres dispuestas a empobrecer y precarizar la sociedad para que la patronal se anime a crear algunos empleos baratos y sin derechos.

Vamos camino de convertirnos en un país de viejos, de asilos a rebosar y de parque vacíos de niños. Y al gobierno del PP solo le preocupa las décimas que crece el PIB y si de cada contrato estable a tiempo completo saca dos a tiempo parcial para que parezca que baja el paro y les voten. Política enana

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