Con la salud no se juega; sólo juegan los mal nacidos
El Gobierno Rajoy caerá con estrépito y la puntilla se la clavarán los médicos. La privatización de la sanidad no es fruto sólo de la crisis. Este asunto, con algunos ribetes de sospechas y de negocios, viene de muy lejos. Empezó a desplegarse cuando a José María Aznar, recién llegado a la Moncloa, le dio por privatizarlo casi todo.
No dejó una sola gran empresa en manos del Estado. Enchufó, con rango de directivos de máximo nivel, a sus amigos. Fue una revolución neoliberal, impulsada por un antiguo falangista como Aznar, más franquista por cierto que el marqués de Villaverde. Fue en aquella época cuando repetía -muy orondo y satisfecho- aquello de que España va bien.
Aznar, “yo soy el milagro”
Fue entonces cuando, el 21 de mayo de 1997, declaró a un periodista de The Wall Street Journal, propiedad del magnate Rupert Murdoch- para el que más tarde trabajó y ahí sigue, chupando del bote del periodismo amarillo– lo siguiente: “Yo soy el milagro”. Más egolatría que la de Aznar sería difícil de encontrar, hoy por hoy, en todo el planeta Tierra.
Año 1999
Su milagro, en el ámbito sanitario, se lo pasó Aznar en 1999 a Eduardo Zaplana, polémico presidente de la Comunidad Valenciana por esas fechas. Así comenzó, gracias al dúo Aznar/Zaplana, el hospital privatizado de la ciudad valenciana de Alzira. Y desde El País Valenciàlas privatizaciones se extendieron a la Comunidad de Madrid y otras autonomías y localidades, en su mayoría pilotadas por los populares.
Frenesí ideológico radical
Esperanza Aguirre, tras aterrizar como aterrizó en la Presidencia de la región de Madrid -merced altamayazo-, siendo todavía presidente del Gobierno su entrañable amigo Aznar y siendo ministro de Trabajo Zaplana, escogió como uno de sus objetivos principales privatizar la sanidad madrileña. Faltaba mucho para la crisis pero Aguirre y sus sucesivos consejeros de Sanidad se lanzaron -con frenesí ideológico radical- a ir abriendo las puertas a la privatización hospitalaria en sus diversas instalaciones.
Empezaron pronto
Las protestas no son en absoluto de ahora. Los encontronazos con la marea blanca empezaron pronto, aunque la debilidad de los socialistas de Madrid contribuyó, no voluntariamente, claro -pero sí con torpeza evidente-, al falso esplendor de la lideresa. Los médicos y buena parte del resto de trabajadores de la sanidad no aceptaron la obsesión privatizadora del PP. Y plantaron cara a los excesos -probablemente tenebrosos desde la órbita de la ética- de ciertos dirigentes de la derecha madrileña y valenciana.
Espantá súbita
Aguirre acabó hace bien poco dimitiendo. Algún día tal vez sabremos la verdad de su espantásúbita. Sin embargo su herencia se mantiene vivita y coleando. La sensibilidad social de Ignacio González, actual presidente, es inexistente. Sus arrebatos dialécticos contra los médicos y quienes les arropamos, como ELPLURAL.COM, son ignominiosos. Tratan estos politicastros del PP a los galenos como si fueran delincuentes habituales.
Lecciones de civismo
Pero los médicos de Madrid están dando lecciones de civismo a esa cuadrilla de ganapanes que nos gobiernan en Sol y en La Moncloa, aunque de cuando en cuando se peleen entre ellos. Los médicos de Madrid han tenido un gesto admirable. Han anunciado de nuevo que están dispuestos a dimitir en bloque todos los que tengan responsabilidades y tareas directivas.
A la calle, otra vez
Y, acabadas las fiestas, han vuelto a salir a la calle. Son tenaces y se merecen que la buena gente de Madrid, que es mayoría, les ovacione. Con la salud de los ciudadanos no se juega. Únicamente juegan unos cuantos mal nacidos. La sanidad pública ha demostrado que es excelente. Sobre la privada se cierne el fantasma de los pelotazos a cuenta de los pacientes. Tiempo al tiempo.
Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM