Horas después de un desahucio
Video y textos de Javier Romero (@mainouv) para PeriodismoDignoTV (@pdigno)
La imagen, horas después de sellarse la puerta de Isabel es dantesca. “Horas después” se escribe muy fácil, pero cada uno de esos minutos desahuciados es un terrible golpe del dolor por otro ser humano. Imaginar el miedo de que te quiten casi todo y no poder hacer casi nada.
La energía está descompensada. La maquinaria social al borde del colapso. No se puede enfrentar la vorágine especuladora al absoluto que es cada vida y torturar a alguien que es capaz de agradecer, desde su dolor, una simple mirada. Ni equilibrar cálculos entre los principios del Estado, sus medios, el coste de sus agentes del orden (ahora aprendices de cerrajero) contra la determinación de quienes dominan el dolor y el miedo porque entienden que una vida digna o lo es también para quienes les rodean o no es vida. Esa gente imprescindible preparada para resistir y llorar cuando el resto parecen haber olvidado hasta su nombre.
Los objetos de Isabel, desparramados como consecuencia de un Acto Administrativo por el patio interior al que dan varios portales de la calle Unanimidad, sin la casa a la que fueron llevados para enmarcar lenta e inconscientemente un proyecto cotidiano, los habita ahora la derrota.
Alguna entidad jurídica improductiva y de exclusivo valor financiero terminará sustituyendo la titularidad de las viviendas a las que el Ayuntamiento de Madrid les está arrebatando la vida. Entonces entenderemos el “No me vaciles” que el mando de la Unidad de Intervención Policial le ha dedicado hoy al padre de Isabel, mientras sacaban en camilla a la abuela de la familia y se cerraba esta etapa de su vida que comenzó cuando, ejerciendo la potestad de expropiación, el Estado les indemnizaba y ponía a su disposición esta casa del barrio de Villaverde, en régimen de alquiler social.