Caballos, únicos seres nobles en su tinglado

yayoflauta con caballo policíaEl espacio público de Madrid y su ciudadanía somos parte de la ciudad que no necesita leyes prohibitivas para saber ocuparlo de una manera coherente y respetuosa.

Cualquier plaza es donde la ciudadanía aparece y existe. Ese es el lugar donde  nos reunimos y hablamos. En ese lugar  nos estrechamos la mano y nos damos besos cuando nos encontramos. Cuando la gente sale a la plaza y a la calle, la ciudad se llena de vida, convirtiéndose en una expresión de vitalidad cultural, colectiva y común.

 

Hoy en día, los poderosos codiciosos echan a la gente de sus casas, les dejan sin derechos ni futuro, así que la ciudadanía se manifiestan en las calles y en las plazas, ocupando el espacio de la ciudad. El espacio público se convierte así en la resistencia colectiva. En las plazas y en las calles las palabras de la gente  se esfuerza para que escuchemos la voz de los que no tienen voz. Mientras los desahuciados y los desempleados sigan aumentando, las plazas y las calles seguirán llenándose, en el espacio ciudadano. Mientras a la gente la priven de su espacio privado, los ciudadanos se verán abocados a ocupar el espacio público para hacerse oír, en un grito común cada vez mayor.

 

Somos habitantes del espacio público y común, dotados de palabra, quienes queremos abrir una gran grieta, una apertura en estas instituciones opacas y corruptas, donde quieren silenciar nuestra voz y nuestras vidas.

 

Los yayoflautas creemos en las palabras, creemos en la fuerza de las palabras. En las ciudades griegas el ágora fue el auténtico espacio público y político, un lugar de encuentro común para el debate y la comunicación. En ese espacio aparentemente vacío, en el corazón de las ciudades, se discutía y decidía, en busca de una razón común; el lenguaje es una caja de herramientas para su uso común para conseguir una política real, humana, inclusiva, colectiva, múltiple y directa, como exponía el 15M en su reivindicación de la plaza, añadiendo que el desalojo de hoy es una prueba más que confirma que vivimos en un estado represor y que no podemos confiar de ninguna de las maneras en aquellos que se hacen llamar políticos.

 

Aunque intenten por todos los medios golpearnos, desalojarnos, silenciarnos, impedirnos el paso, seguiremos en nuestra plaza, arropando y hablando por los excluídos, bien lejos del lenguaje del poder, al que solo nos acercamos para denunciar sus atropellos o acariciar a sus caballos, únicos inocentes en su tinglado.

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