Los abuelos de la resistencia española

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Por Ana Anabitarte. Fotos Xinhua y Reuters  domingo, 13 de enero de 2013 | 00:10

Tienen entre 65 y 83 años, la mayoría son de izquierda, y muchos de ellos corrieron delante de los grises (la guardia civil franquista) luchando por la libertad de España durante la dictadura de Francisco Franco. Aunque han pasado toda su vida trabajando y luchando, todavía les queda fuerza para protestar. Son los yayoflautas: los abuelos y jubilados del Movimiento 15-Mlogoperfil

La gente les llama yayoflautas. Son los abuelos y jubilados del Movimiento 15-M (una organización que defiende un nuevo modelo político, social y económico en España) y ellos mismos se bautizaron con ese nombre después de escuchar a la ex presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, llamar despectivamente «perroflautas» (hippies) a los jóvenes de ese movimiento, quienes en mayo de 2011 fueron noticia mundial al protestar contra las políticas económicas del gobierno ibérico. Al acampar durante semanas en la Plaza del Sol, en pleno centro de Madrid, fueron los iniciadores de una ola de indignación a lo largo del mundo.

Desde entonces los yayoflautas no han dejado de actuar. Pese a su edad, se organizan a través de las redes sociales y una vez al mes llevan a cabo una acción de protesta. Lo hacen bajo una misma bandera, pero sin pertenecer a ningún partido político, sindicato ni organización.

En los muchos meses que llevan actuando han parado desalojos de casas, se han unido a las exigencias de los mineros, han apoyado huelgas de hambre, ocupado entidades bancarias, consulados y hasta el edificio de la Bolsa de Barcelona. Han estado presentes en las manifestaciones de los estudiantes, de los maestros, de los médicos y del resto de personal de los servicios de salud. Y siempre lo han hecho pacíficamente. Sin insultar, ni usar altavoces ni silbatos.

«Somos más, tenemos más tiempo y no olvidamos». Es Celestino Sánchez quien habla, uno de los fundadores del movimiento que nació en Barcelona y que ya se ha extendido por otras grandes ciudades como Madrid, Castellón, Córdoba, Palma de Mallorca, Murcia, Sevilla y Valencia. Explica que originariamente eran 17 y que todos eran antiguos sindicalistas y políticos de izquierda vinculados al Partido Comunista de España. Pero que ahora sólo en la ciudad catalana son casi mil y los hay de todas las ideologías. Les une la indignación ante los recortes, ante las reformas, ante las medidas llevadas a cabo por el gobierno que preside el conservador Mariano Rajoy (del Partido Popular) para enfrentar la crisis. Entre ellas están la subida del Impuesto del Valor Añadido del 18 a 21%, la congelación de las pensiones y la reforma laboral que abarata y facilita el despido. También están la reforma sanitaria, la subida de impuestos, y la eliminación de la paga de Navidad (aguinaldo) para los funcionarios, a quienes también ha bajado el sueldo. Y sobre todo les duele ver a un país que estaba en auge, como España, con casi seis millones de personas sin trabajo, en el que poco a poco se está perdiendo el estado de bienestar que tantos años de lucha les costó alcanzar. Por eso han decidido salir a la calle a reconquistarlo.

«Estamos acostumbrados a luchar por la libertad porque muchos de nosotros lo hicimos durante el régimen de Franco», relata Celestino, de 62 años, cuyo «nombre de guerra» en el franquismo era Celestino Colorado. «Así que conservamos intacto nuestro espíritu reivindicativo. Antes corríamos delante de los ‘grises’, ahora corremos detrás de los banqueros», bromea.

Explica que de aquella época conservan los métodos de actuación. Es decir «los métodos de la clandestinidad combinados con las redes sociales». Se reúnen en asambleas en las que deciden que actos de protesta van a hacer y después organizan una acción —que siempre es pacífica y breve— en secreto. Sólo la conocen cuatro miembros de la organización. El resto son convocados a través de Facebook, Twitter o mensajes al celular,  en un lugar concreto y conducidos hasta el sitio que van a ocupar. Una vez allí, luciendo sus chalecos amarillos con el lema «Yayoflauta Madrid», y sin más medios que sus gritos y los panfletos que reparten a la gente llamando a la movilización, llevan a cabo la protesta. Para terminar, el propio Celestino la tuitea (@celescolorado).

Sin descanso

Beatriz San Gregorio tiene 74 años y es yayoflauta desde hace unos meses. Camina con bastón porque les han operado dos veces de la columna pero eso no le impide acudir a los actos que se celebran en Madrid. Tampoco bordar bufandas, que vende para conseguir dinero con que pagar las multas que reciben algunos de los miembros de la asociación: «300 euros por manifestarse y ya tenemos dos», reconoce entre risas. Beatriz se unió a los yayoflautas después de escuchar una entrevista que le hacían a Celestino en la radio. «Ya en la dictadura de Franco yo hacía octavillas (panfletos) en la clandestinidad con una máquina de fotocopias que tenía en mi casa. Así que siempre he sido muy combativa», relata. «Por eso cuando oí a Celestino pensé que yo me tenía que unir al movimiento y le mandé un mail desde la computadora que me regalaron mis hijas. Y aunque sí es verdad que a veces tengo que descansar porque no aguanto, procuro ir a todo lo que organizan».

Viuda y madre de cuatro hijas reconoce que lo que le hizo tomar la decisión de salir a la calle a protestar fueron sus cuatro nietos. «Tres de mis cuatro hijas se han ido de Madrid porque aquí no tenían trabajo y los niños no tenían ni becas de estudio ni de comedor», relata, «así que una se fue a Francia, otra a Bruselas (Bélgica) y otra a Zamora». De sus nietos le preocupa que el día de mañana no tendrán ni seguridad social ni educación gratuita: «Hay que salir a la calle a defender sus derechos porque tienen un futuro más negro que el carbón».

Beatriz es afortunada porque no tiene que ayudar económicamente a sus hijas, ya que las cuatro tienen trabajo. Aunque tampoco podría con los apenas mil euros que gana (16 mil pesos) de pensión, pero lamenta que con su partida ella apenas puede ver a sus nietos.

El caso de Pedro Torres González es más dramático porque él si es uno de los yayoflautas que con su pensión ayuda a sus hijos. Tiene tres, todos casados y con hijos. De las tres parejas, en todas hay un miembro que lleva años sin trabajo: «Cada mes tengo que ir a casa de mis tres hijos a llevarles aceite y otros víveres para que puedan comer, porque con un sólo sueldo no les alcanza». Pedro no quiere decir cuánto gana de pensión. «Es una cantidad mísera», apunta, pero no le queda más remedio que repartir «de la pequeña tarta que tengo, porque si no ellos no podrían vivir». Se pregunta cómo es posible que con una formación cualificada sus hijos lleven años sin encontrar un empleo.

También Pilar Goytre, jubilada de 65 años tras haber trabajado 35 años como secretaria de una dirección, se apuntó a los yayoflautas después de ver lo que estaba haciendo el gobierno de Rajoy. «Está recortando derechos que hemos tardado años en conquistar», explica, «y se está perdiendo el estado de bienestar. Dos de sus pilares, como son la educación pública y los médicos de calidad que teníamos, nuestros nietos las van a dejar de tener». Pilar, una de las fundadoras del movimiento en Madrid junto con sus hermanas Chiruca, de 62 años, y Adela, de 78, es también viuda y madre de tres hijos que están muy orgullosas de ella pero que le piden «que tenga cuidado». De ellos uno aún estudia y los otros dos tienen trabajo pero con unos salarios que apenas llegan a los mil euros pese a tener carreras universitarias y hablar varios idiomas. «Yo les ayudo ocupándome de mis nietos para ir a buscarlos al colegio, porque no pueden pagar una niñera. Así que soy yo la que va», cuenta. Pilar acusa al gobierno de Rajoy de acabar con todo: «Todo lo que prometieron que no harían lo están haciendo con la excusa de la crisis». Aunque se congratula de que «si el gobierno no nos hubiera sacado a la calle, no habríamos salido y la verdad es que siendo yayoflauta me siento más joven, más útil y más feliz. He vuelto a mis años de lucha».

Por Ana Anabitarte. Fotos Xinhua y Reuters

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