El camino de transición desde el capitalismo incompatible con la vida

Vivimos centradas en el hoy, en el mañana, en el mundo tal y como ha sido, sabiendo que hemos iniciado una transformación y que nada va a ser igual que lo que conocimos. El transito, largo y doloroso, desembocará en una sociedad radicalmente distinta.

La sociedad ha construído una forma de vida incompatible con los sistemas naturales. La civilización industrial ha crecido socavando las bases materiales que sostienen el mundo vivo, agotando os recursos naturales y energéticos, rompiendo el equilibrio ecológico y generando profunda desigualdad entre las personas. La extracción de minerales finitos, la alteración de ciclos naturales y generación ingente de residuos es un genocidio. Los cambios son intensos, acelerados e inevitables. En “La espiral de la energía-colapso del capitalismo global y civilizatorio” de Ramón Fernandez Durán y Luis González Reyes se detalla la dimensión global de la crisis ecológica y sus consecuencias:

  • el derrumbe monetario-financiero y económico
  • la relocalización económica
  • la reducción demográfica por falta de alimentos, sanidad y guerras
  • el nuevo orden geopolítico: guerras por recursos y regionalización
  • el desmoronamiento de lo urbano
  • el derrumbe de grandes infraestructuras y crisis tecnológica
  • el final del mito del progreso
  • las luchas y articulaciones sociales

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Las políticas capitalistas neoliberales y sus economías productivistas no contribuyen al desarrollo de la vida humana y no están dando respuesta a los problemas medioambientales ni a los económicos y sociales a los que nos enfrentamos. Más bien comprobamos cada día como continúan intensificándolos.

Ya estamos en el declive respecto a disponibilidad de energía fósil y minerales, en escenarios catastróficos de cambio climático, tensiones geopolíticas por el acceso a recursos, expulsiones de muchas personas de la sociedad y de la vida

Es urgente acometer transiciones desde la equidad y la justicia y frenar el deterioro en lo que aun sea posible. Somos ecodependientes e interdependientes y necesitamos construir una nueva civilización que asegure una vida digna en un mundo de recursos menguantes. Serán necesarios cambios radicales en todos los aspectos: alimentación, transporte, industria, urbanización, etc.. Para acometer estos cambios será imprescindible la construcción de poder ciudadano, frente a la resistencia de las élites a torcer el rumbo que nos lleva al desastre. Asimismo serán necesarias políticas que situen la educación de la población en la base del cambio, porque sin la misma, sería imposible encarar el colapso al que nos enfrentamos.

Consideramos la actual crisis multidimensional y global, consecuencia de un sistema heteropatriarcal y un capitalismo sobre postulados de la Ilustración que ocultan y niegan la dependencia del ser humano de la naturaleza así como la interdependencia entre las personas. El proyecto capitalista es de dominio sobre la naturaleza y apropiación del trabajo invisibilizado de las mujeres, al tiempo que no tiene en cuenta el bienestar de generaciones futuras. Este análisis nos lleva a posicionarnos en un marco decrecentista, anticapitalista y ecofeminista.

El ecofeminismo visibiliza las conexiones entre la explotación de la naturaleza y la de las mujeres. Nos entiende seres ecodependientes e interdependientes.

El movimiento ecofeminista se originó por la agitación de las mujeres en todo el mundo ante los peligros ambientales que amenazan la vida y que a través de acciones locales de lucha de carácter pacifista, ecologista y feminista contra las armas nucleares, los efectos perniciosos de los pesticidas sobre la salud de las personas, los cultivos transgénicos o la destrucción de los bosques y la privatización del agua encabezaron acciones políticas ciudadanas, y en algunos casos institucionales para denunciar estas amenazas y paliar sus efectos.

Desde el ecofeminismo reivindicamos, por tanto, políticas centradas en el mantenimiento de la vida; que den respuesta a la crisis socioeconómica dejando de negar la socialización de las tareas domésticas, reproductivas y de cuidados sin las que la economía de mercado no podría sostenerse; que den respuesta a la existencia del terrorismo machista que rompe o aniquila las vidas de las mujeres en todo el mundo; que den respuesta a la crisis ambiental comprendiendo que los recursos naturales no son infinitos . Que den respuesta a la crisis de valores: crisis de las personas refugiadas,  xenofobia, homofobias…

Reivindicamos políticas que fomenten el desarrollo sostenible de nuestras comunidades, minimizando la huella ecológica de los sistemas de producción, optimizando el uso del agua, reduciendo la generación de sustancias tóxicas y contaminantes, reduciendo de manera drástica el uso de combustibles fósiles y dando paso al uso de energías renovables y limpias.

Proponemos iniciar un camino de Transición en que los objetivos políticos básicos del decrecimiento sean la sostenibilidad ambiental y la justicia social (Herrero, Yayo; 2012).

Yayo Herrero (2012) explica detalladamente que el sistema socioeconómico se apropia tanto de los ecosistemas como de los tiempos de las personas para ponerlos al servicio del mercado. Confirma que los trabajos de cuidados producen fuerza de trabajo, materia prima imprescindible para el funcionamiento de la rueda del sistema económico capitalista, que bajo su lógica no puede generarla como tal. Herrero puntualiza que la producción y el empleo se reforzaron mutuamente al hacer creer que eran indispensables para el crecimiento de las sociedades. Para la autora, resulta especialmente llamativa la invisibilidad de los tiempos dirigidos a la reproducción y el mantenimiento de la vida por el hecho de no expresarse monetariamente, a pesar de que es la economía del cuidado la que sostiene la vida, ajusta tensiones y es la base de todo el conglomerado económico. el trabajo reproductivo y de cuidados de las personas y la naturaleza siempre será más importante que el trabajo “productivo” remunerado. Mientras que la lógica del capital persigue un aumento constante de la productividad y opera bajo el mecanismo de la competitividad ‐ y en ella los resultados son mucho más valiosos que los procesos‐, el decrecimiento busca una revolución que tiende a poner el cuidado de la naturaleza y de las personas ‐así como las relaciones de las mismas y con la naturaleza‐ en el centro de todas las políticas de una sociedad futura. El decrecimiento lleva implícita la asunción política y social de la ética del cuidado más allá de las responsabilidades individuales, para poder desarrollarnos como seres autónomos e iguales en unos entornos de interdependencia social y ecológica, esto es, en las sociedades políticas a las que pertenecemos y con la naturaleza que nos rodea. Al hilo de lo que sostiene Herrero, mantener la vida es una responsabilidad social, pese a lo cual ni los mercados, ni los Estados, ni los hombres como colectivo están respondiendo a las necesidades de los cuerpos y las vidas en general. A día de hoy, siguen siendo mayoritariamente las mujeres quienes dan respaldo al mantenimiento de la vida.

La sostenibilidad de la vida que promulga el decrecimiento exige que la sociedad en su conjunto se responsabilice de las necesidades y los trabajos de cuidados. En definitiva, se trata de cambiar las prioridades desde una visión y práctica antiheteropatriarcal y anticapitalista

Un programa de objetivos interrelacionados susceptibles de conducir a la actual sociedad del “crecimiento por el crecimiento” hacia otra de decrecimiento y de mejorar la calidad de vida de la mayor parte de la población mundial, acoometería los siguientes aspectos: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar y reciclar.

(Continuará)

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